El
mar profundo, que va de los 200 metros bajo la superficie hasta los fondos o
suelos oceánicos a poco más de 11 kilómetros (km), abarca más de la mitad del
planeta y es un vasto sitio de vida (con múltiples ecosistemas, hábitats
complejos, variedad de animales y microorganismos, muchos aún desconocidos) que
guarda recursos valiosos y de interés para diversos usuarios.
Para
explotarlo de manera sostenible y articular estos usos con el mejor conocimiento
científico, 28 expertos de 14 instituciones académicas de los cinco continentes
han creado la “Iniciativa de Gestión del Mar Profundo” (DOSI, por las siglas de
Deep Ocean Stewardship Initiative), que propone un plan para impulsar y
equilibrar la investigación científica y la extracción de recursos de manera
sostenible con apoyo de mejores políticas para su regulación.
Al
respecto, en México se contará con asistencia de especialistas como es el caso
de Elva Escobar Briones, investigadora y directora del Instituto de Ciencias
del Mar y Limnología (ICML) de la Universidad Nacional Autonoma de México
(UNAM), quien indicó que “es una iniciativa de gestión en la que participamos
científicos de las ciencias naturales y sociales, incluidos economistas y abogados
ambientales de naciones desarrolladas y en vías de desarrollo; realizamos un
acercamiento de los académicos con empresarios, la sociedad civil, los
gobiernos y tomadores de decisiones”.
En
un estudio que escribió junto a Kathryn Mengerink, codirectora del Programa de
Océanos del Instituto de Derecho Ambiental; Lisa Levin, directora del Centro
para la Biodiversidad Marina y la Conservación de la Scripps Institution of
Oceanography, y otros, hacen un llamado para administrar el espacio marino más
grande del mundo antes de que ocurra una pérdida permanente, mediante el uso
sensato de los recursos para conservar el equilibrio ecológico de las
profundidades oceánicas.
En
donde señaló que entre los desafíos que se enfrentan, destacan los impactos de
las actividades asociadas al desarrollo de la pesca de profundidad, la
extracción de petróleo y gas, la eliminación de desechos y la contaminación
derivada de las zonas urbanas que ya han ocasionado daños a corto y largo
plazos, y posiblemente irreversibles, en algunos ambientes del mar profundo.
Indicó
que “la minería a escala industrial se perfila en el horizonte. La gobernanza
de los ecosistemas de columna de agua y de los fondos marinos por debajo de 200
metros de profundidad contempla reglamentaciones complejas de jurisdicción
nacional e internacional, que complican el poder garantizar la salud futura del
mar profundo”, destacó.
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