Un invento mexicano, generó dos patentes
internacionales, permitió a la empresa Asepro Ecología obtener en una planta
piloto 23 veces más cantidad de aceite para biodiesel utilizando microalgas, en
lugar de otros organismos que también generan ese producto como la palma
aceitera o el árbol de Jatropha.
Este
emprendimiento mexicano innovó dos eslabones diferentes de la cadena de
producción de biodiesel a partir de microalgas: 1) elevó
la cantidad de gramos de biomasa de algas que se puede obtener por cada litro
de agua, y 2) aumentó la cantidad de aceite para biodiesel que se puede extraer
de la biomasa que ya generaron en el paso anterior del proceso.
Al
respecto, Alejandro Peralta, director de operaciones de Asepro Ecología,
declaró que “algo muy importante es que se utiliza mucho menos terreno que el
que se requiere actualmente para fabricar otro tipo de aceites para
biocombustibles. El que tiene mayor rendimiento actual, por ejemplo, es la
palma africana que llega a tener un rendimiento de entre 5 mil y 5 mil 500
litros de aceite al año por hectárea. Nosotros podemos llegar a 400 mil litros
al año por hectárea y además no necesitamos que la tierra sea fértil. Puede ser
una tierra arenosa o arcillosa. Esas tierras nosotros las podemos convertir en
productoras de biomasa de microalgas”.
A
nivel de laboratorio, este proceso ya está probado al 100 por ciento. Se tuvo
una planta en Mérida, Yucatán, en la frontera sur, con la cual probaron la
tecnología. Actualmente construyen una nueva planta piloto, de mayores
dimensiones, en el estado de Tabasco.
Añadió
que “algo muy importante es aclarar que no se tienen desperdicios en esta
planta: la glicerina la podemos refinar y llevar a grado médico, y la biomasa
que se obtiene después de separar el aceite, tiene cualidades estupendas para
el ser humano y para alimentación animal, o puede ser también utilizada como
fertilizante, para reconstrucción de tierras”.
El
incremento en la producción de aceite para biodiesel se obtuvo después de 12
años de investigación de un equipo liderado por Antonio Echevarría, tiempo en
que se probaron diferentes cepas de microalgas para encontrar la que tuviera
las condiciones óptimas para la producción del mayor volumen posible de aceite
para biodiesel.
En
esos años quedó claro que el proceso que estaban proponiendo generaría dos
grupos de productos comercializables: 1) el aceite extraído de las microalgas
que se puede usar como base para producir turbosina para aviones; biodiesel
para transporte, calefacción y generación de electricidad; y glicerina, que se
puede vender a la industria cosmética, farmacéutica y de producción de jabones;
y 2) la biomasa residual de las microalgas o lo que queda después de retirarle
el aceite puede ser usado para forrajes, alimento en acuacultura, suplementos
alimenticios, fertilizantes y galletas de alto contenido proteico.
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