La tradicional
bebida prehispánica de los mexicanos, el pulque, que pese a tanta nueva
tecnología, este producto sigue subsistiendo en diversas regiones del país. Más
cuando siempre se le han dado cualidades
de sanación del organismo.
Lo cual, ha sido ratificado al analizarlo e indicar
que el pulque cuida a más de 100 billones de micro organismos que habitan en el
intestino, comunidad viva llamada microbiota, encargada de proporcionar energía y luchar contra las bacterias intrusas que ponen
en riesgo la salud del individuo.
Ello fue documentado por el investigador del
Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), Agustín López-Munguía, quien indicó que “el pulque contiene la fibra
soluble y los prebióticos más potentes presentes en la Levan-sacarasa e
Inulo-sacarasa, dos polisacáridos de fructosa producidos por bacterias”.
El ganador del Premio Nacional en Ciencias y Artes
2003, en el área de Tecnología y Diseño, explicó que el pulque contiene además
una bacteria capaz de sintetizar polisacáridos (azúcares ligados) produciendo
inulina, la cual promueve el crecimiento de microorganismos benéficos para la
salud en nuestro intestino al poseer una actividad prebiótica, que se alimenta
y estimula selectivamente la propia flora intestinal “buena”.
Añadió que “existen otros productos fermentados
como el pozol que también pueden contener estas bacterias productoras de
inulina, o en Japón el nato, un producto resultado de la fermentación de la
soya”.
Los agaves, agregó, son un recurso endémico con los
que se ha hecho poco. La fermentación del pulque es considerada un alimento con
inulina y bacterias lácticas que son beneficiosas para el organismo.
El experto en biotecnología comentó que después de
observar todos los beneficios en la salud, ligados con la microbiota intestinal,
distintos investigadores se dieron a la tarea de producir bacterias como
alimento, por ejemplo, un fermentador de mil 500 litros para producir bacterias
como fuente de proteína para la alimentación animal.
El paradigma del siglo XXI es la de alimentar a las
bacterias benéficas y una forma de lograrlo es la alimentación. Una de las
consecuencias de esto es la altísima producción de yogurt combinado con
prebióticos. “Ha aparecido desde luego, la industria que confunde y crea
demasiadas variantes en donde el público llega a preguntarse qué bacteria es la
que necesita y es aquí donde entra la función de la divulgación de la ciencia”.
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