En México se desperdicia el 37% de
los alimentos producidos o de la comida preparada tanto en restaurantes como en
casa, lo que equivale a más de 20 toneladas anuales de comida en buen estado
tirada a la basura, según datos de la Secretaría de Bienestar.
Los hogares constituyen el lugar en donde más se
desperdicia, comparados con otros espacios, ya que casi un 40% del despilfarro
se genera en ellos.
Más allá de estas cifras que en sí mismas revelan una
situación urgente, este inconsciente y generalizado hábito ocasiona
afectaciones directas a otros recursos de vital importancia para la salud y
bienestar poblacional: la cantidad de agua utilizada para el cultivo,
producción y preparación de los alimentos desechados es igual a la cantidad que
se necesitaría para proveer de agua a todos los mexicanos durante 2.4 años.
En tanto que, el proceso de descomposición, ocasiona
la emisión de más CO2 que todos los automóviles de la Ciudad de México, Nuevo
León y Jalisco juntos (14, 754,584 vehículos exactamente).
El desperdicio de comida representa una pérdida de 684
mil millones de pesos al año, considerando los recursos energéticos, humanos y
financieros invertidos tanto en la producción de los alimentos, su
comercialización y su eventual proceso cuando son tirados a la basura.
Este fenómeno, es un poderoso causante del deterioro
de los ecosistemas del país. Además que existen factores menos sujetos al
control del hombre como las plagas, las sequías u otros fenómenos y desastres
naturales, capaces de acabar con cosechas o con la población animal de una
granja.
Sin embargo, existen otros procesos que contribuyen al
desperdicio de comida que dependen 100% de la actividad humana y que pueden ser
adaptados o cambiados para evitar este derroche innecesario:
En la etapa industrial por la que atraviesan los
alimentos, pueden darse descuidos o accidentes. Por ejemplo, en el lavado o
pelado de vegetales, en la cocción de productos cárnicos, o en la higiene del
envasado.
Al momento de ser distribuidos, los establecimientos
comerciales pueden recibir la mercancía con retraso, resultando en una fecha de
caducidad más cercana. De igual manera, se puede cortar la cadena de frío, o
bien, los pronósticos de venta fueron menores a la compra realizada.
Finalmente, en la etapa de consumo particular, también
se cometen errores en la conservación de ciertos productos; no se consumen
antes de su fecha de vencimiento, o bien, se hizo una compra excesiva que superó
las necesidades del hogar.
Existen iniciativas diseñadas e implementadas en el
sector gubernamental para evitar el desperdicio de los alimentos, pero éstas
inciden sólo en un nivel institucional, por lo que sus efectos son limitados.
Considerando que es en la esfera privada, en el propio
entorno familiar donde se genera el mayor desperdicio, es evidente e
impostergable la creación de una nueva cultura alrededor de la comida, así como
de mecanismos y herramientas que posibiliten el aprovechamiento máximo de
recursos usualmente destinados a la basura.
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