Llevamos
años debatiendo sobre la idoneidad del trabajo en remoto, las empresas
tecnológicas lo hemos ido incorporando en mayor o menor medida aprovechando por
una parte, la facilidad que el tipo de servicio que prestamos ofrece para su
implantación, pero también respondiendo al atractivo que la flexibilización de
las condiciones de trabajo ofrece en un mercado de talento altamente
competitivo.
El
sector de la formación se ha venido enfrentando igualmente a este debate que se
ha planteado mayoritariamente de forma dicotómica, con centros y programas
nacidos y enfocados con una perspectiva online, y los más tradicionales, con
marcas más prestigiosas, que lo han considerado como un complemento, pero han
mantenido el núcleo de su actividad en versión presencial.
Por
nuestra parte, llevamos años fomentando estos nuevos modelos de trabajo. No
solo su aplicación en nuestro equipo, sino la reflexión al respecto. Un claro
ejemplo es que hace unos meses recogimos nuestra experiencia, junto con la de
otras muchas empresas, en el Observatorio de Talento Autónomo
Descentralizado en el que se reflejan
una serie de ideas al respecto de la necesidad de fomentar el trabajo en
remoto, que ahora resultan más palpables que nunca.
En
nuestro medio, Futurizable publicamos las principales conclusiones del
observatorio, entre las que destacaban:
• El potencial para fidelizar talento
• La capacidad para aportar un plus de
motivación
• La descentralización en la competencia
por el talento
• La necesidad de evolucionar los
modelos organizativos
En
cualquier caso, todos teníamos la sensación de que teníamos por delante tiempo
para seguir reflexionando y haciendo pruebas que nos permitieran avanzar de
forma casi imperceptible en muchos casos.
La
pandemia ocasionada por el COVID-19 se está convirtiendo en el incentivo que
esperaban los defensores del trabajo y formación en remoto. Las medidas de
confinamiento y el riesgo sanitario, han obligado a moverse rápido en dirección
a una política de teletrabajo a quienes eran más reacios o a quienes habían
aplazado la decisión, el diseño de los procesos y la adopción de las
herramientas. De esa forma, ha pasado de ser una opción discutible a una
necesidad para mantener unos niveles altos de actividad en los sectores en los
que era posible.
La
gran pregunta que ahora se nos plantea es si las empresas entenderemos esta
fase de remotización obligada como un alto en el camino del presencialismo, o
si aprovecharemos el esfuerzo realizado para dar un paso decidido en la
dirección de evolucionar los modelos heredados de la industrialización hacia
los emanados de la era de la información.
Una
de las derivadas de la evolución hacia el trabajo en remoto es la oportunidad
que ofrece de superar la situación mil veces comentada de escasez de talento.
Mientras buena parte de las empresas intensivas en él compiten por las mismas
personas en entornos cada vez más inflacionados, otras tienen la capacidad de
atraer ese talento buscándolo donde está, donde se desarrolla o simplemente
donde elige vivir.
Adicionalmente,
el trabajo en remoto supone una respuesta desde el mundo empresarial, a la cada
vez mayor demanda de conciliación de la vida profesional con la vida familiar,
que tiene un claro impacto en mejorar muchos de los aspectos que nos preocupan
como sociedad.
Pero
estas ventajas pueden ser también comparadas con los posibles inconvenientes
derivados de la falta de control que puede suponer que cada trabajador se
organice siguiendo sus propios criterios o necesidades, sin considerar qué es
lo mejor para el conjunto de la empresa o sin tener en cuenta aquellos
criterios que está comprobado que es recomendable seguir a la hora de resultar
eficientes y productivos en nuestro trabajo.
Es
por esto por lo que vemos que aquellos profesionales y empresas que sepan
adaptarse mejor a esta situación serán los que resultarán más competitivos, no
solo en la situación actual sino también cuando se pueda volver a trabajar a
las oficinas, de manera que se puedan establecer modelos de trabajo más
flexible, que ayuden a lograr el mayor rendimiento posible de nuestra
actividad.
Esa
mayor competitividad, desde el análisis de nuestra propia experiencia requiere
de adaptabilidad: como profesionales debemos estar dispuestos y ser capaces de
adaptarnos rápidamente a nuevos desafíos, como el que está suponiendo esta
situación a nivel social y las consecuencias que esto tiene en las formas de
trabajo. Una de las habilidades más valiosas que podemos demostrar durante la
pandemia del COVID-19 es la capacidad para adaptarnos a condiciones de trabajo
completamente diferentes y a la vez asegurando la calidad de nuestro trabajo en
pro de ayudar de la mejor manera posible a nuestros clientes.
Por
otra parte, se apoya en una buena infraestructura y medios tecnológicos: España
ocupa el primer lugar en Europa en el despliegue de redes de banda ancha
ultrarrápidas. En un período relativamente corto, los operadores de
telecomunicaciones del país han tendido cables de fibra óptica que llegan a 31
millones de hogares - más que Francia, Alemania, el Reino Unido e Italia
juntos. Esto supone una gran ventaja competitiva y la oportunidad de demostrar
que podemos seguir trabajando desde casa sin interrupción, con tecnologías que
facilitaban las comunicaciones remotas, sin que la calidad de nuestro trabajo
se sienta repercutida.
Por
último, ofrece escalabilidad. No depender de un lugar concreto en el cual
realizar una actividad ofrece importantes ventajas a la hora de acceder al
talento y poder construir equipos altamente cualificados, capaces de enfrentar
los desafíos tecnológicos inesperados. En España, por ejemplo, la amplia red de
universidades y centros de formación del país es a la vez un semillero de
talento. Este talento puede aprovechar las infraestructuras tecnológicas para
convertirse en una gran red de talento distribuido que enganche con las
necesidades de las empresas, sin necesidad de tener que depender de vivir en
las grandes ciudades donde los costes de vida son mucho más alto y la calidad
de vida se ve resentida por aspectos como la ya mencionada contaminación y las
congestiones de tráfico.
Estos
son solo tres de los grandes pilares sobre los que podemos construir una nueva
estrategia que nos ayude a ser más adaptativos y resolutivos frente a posibles
nuevas crisis futuras que se puedan
presentar, ya sea como réplicas de la actual, lo cual no se puede descartar en
estos momentos, o frente a otras circunstancias donde esa capacidad de
adaptabilidad y flexibilidad pueda marcar la diferencia para la supervivencia
de nuestros negocios.
Apostar
por los modelos agile de trabajo en remoto no es únicamente una cuestión de
forma, sino que es sobre todo cuestión de fondo, de cómo queremos establecer la
relación con las personas que conforman nuestras organizaciones, de cómo
confiamos en ellas esperando que realicen el mejor trabajo posible basándose en
sus capacidades y de cómo esa libertad que les ofrecemos en forma de confianza
para que dentro de un marco de trabajo puedan organizarse como mejor responda
también a sus necesidades, repercute también en un mayor compromiso hacia su
trabajo, y por lo tanto mejores resultados en proyectos.
Los
tiempos de cambio como el que ahora nos toca vivir resultan ideales para
aprovechar las oportunidades que se presentan en el mercado y sin duda una de
ellas es la de flexibilizar los modelos de trabajo, reduciendo la dependencia
que hasta ahora hemos tenido de los espacios físicos y sacando todo el provecho
a la tecnología, que sin duda tiene mucho que ofrecernos, y que viene avalada
por muchas empresas que hace tiempo decidieron tomar esta decisión y ahora
están recogiendo sus frutos con abundancia.
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