El balompié es una industria cultural
que despierta el interés de millones de aficionados en el orbe y la Copa del
Mundo es un espectáculo que rebasa al balón y los intereses que se disputan en
la cancha.
En ello coincidieron los participantes
en el ciclo ¿Y el jogo bonito? Política, dinero y género en el Mundial de
Futbol, realizado en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en
Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM).
Señalaron que es un negocio que en 2010
redituó a la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) más de cuatro
mil millones de dólares en ganancias, con niveles de comercialización y
manipulación extremos.
Al respecto, Julio Juárez Gámiz,
académico del Posgrado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS),
planteó que se trata de una actividad global y un negocio mediatizado, con
transmisiones que siguen millones de personas, desde los juegos de ligas locales
hasta las justas regionales e internacionales.
Esto ha conducido a la
hipercomercialización y hoy todo lo vinculado con la Copa del Mundo está a la
venta. Es un negocio rentable para las televisoras porque no existe riesgo en
la inversión.
Al referirse a las tensiones generadas
en Brasil por la organización de la vigésima edición del torneo, expuso que
existe una contradicción entre el gasto millonario erogado en la construcción
de estadios y las necesidades de un país con carencias sociales y falta de empleos.
El académico opinó que el futbol no es
responsable de los males sociales, aunque en Brasil es el primer potenciador de
la protesta, con un costo político, social y cultural para los que han apoyado
la organización y con saldos negativos para la población en general.
Por su parte, Julio Muñoz Rubio,
investigador adscrito al CEIICH, consideró que el deporte debe ser defendido
como una actividad estética, con representantes como Franz Beckenbauer,
Ladislao Kubala, Paco Gento o Alfredo di Stéfano, útil para desarrollar
capacidades físicas y el talento y la creatividad de los individuos, esencia
hoy perdida en un mar de mercadotecnia.
Los sentimientos nacionalistas que
despierta se han trastocado en expresiones patrioteras cercanas al fascismo,
que corresponden a una etapa de profunda decadencia del modelo económico en la
que se jugará el Mundial.
Existen ideas que vinculan al deporte
con expresiones de patrioterismo, reforzadas por una industria que lo explota
como una distracción disponible las 24 horas del día, con maniqueísmos en
distintas estructuras de poder, concluyó.
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