Las
consecuencias del desarrollo humano basado en la economía han
provocado un aumento sin precedente en las tasas de extinción de
especies no visto en la historia moderna, dijo César Augusto
Domínguez, director del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM,
quien especificó que “en los últimos 100 años se han registrado
en órdenes de magnitud más grandes de los que habían ocurrido en
toda la historia”.
Indicó
que se ha
propuesto que esta era se conozca como el Antropoceno, por el
significativo impacto global que las actividades humanas han tenido
sobre los ecosistemas.
Recordó
que hay 17 países megadiversos, 11 de ellos albergan alrededor de
60% de las especies que se conocen en el planeta, y México está
entre ellos, cuyo territorio aloja entre 10 y 12%.
También,
a escala global ocupa el segundo lugar en reptiles, tercero en
mamíferos, quinto en plantas vasculares y anfibios, así como el
octavo en aves. Sin embargo, forma parte de la lista de naciones con
mayor número de especies amenazadas.
Al
respecto, consideró que ese problema está relacionado, entre otros
aspectos, con la densidad y tasa de crecimiento demográfico, así
como con la calidad de la gobernanza, el PIB, las pérdidas de
bosque, la conversión de áreas naturales, la captura de especies
marinas, el uso de fertilizantes y la contaminación.
Se
pronostica que para 2050 la población mundial será de nueve mil
millones y que “tenemos un incremento desmedido que a nadie
beneficia, lo que genera una enorme desigualdad social y una
explotación irracional de los recursos naturales”.
Domínguez
apuntó que de acuerdo con algunas estimaciones se calcula que para
2030, el 60% de la población mundial vivirá en metrópolis y habrá
dos mil millones de personas más que requerirán espacios en
ciudades, es decir, el establecimiento de 13 urbes de unos cinco
millones cada año, particularmente en las zonas menos desarrolladas
del mundo.
Indicó
que “requerimos una política basada en el desarrollo sustentable y
aquí es importante la contribución de arquitectos, ecólogos,
biólogos, sociólogos y economistas, entre otros”.
Por
ello, planteó la necesidad de fortalecer la investigación
científica y la capacitación de recursos humanos, desarrollar
alternativas para la producción de alimentos y energía, identificar
sitios prioritarios para el mantenimiento de bienes y servicios
ambientales, la conservación de ecosistemas y la biodiversidad, la
planeación territorial para la ubicación de actividades productivas
y asentamientos humanos.
“No
se trata de hacer que la ciudad sea bonita, sino igualitaria,
consciente con el ambiente. Es necesario actuar localmente para
incidir en forma global. Debemos generar los esquemas que permitan
crear soluciones. Basta de hacer diagnósticos, movámonos hacia la
generación de acciones, lo cual sólo ocurrirá con la confluencia
de todos estos profesionales”, finalizó.
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