La
contaminación producida por hidrocarburos aromáticos policíclicos y toxinas
bacterianas en los cuerpos de agua en donde se desarrolla el tradicional charal
blanco silvestre, amenaza con aniquilarlo.
Así
lo destaca el trabajo realizado por Brenda Pamela López Tapia, de la Escuela
Nacional de Ciencias Biológicas (ENCB) del Instituto Politécnico Nacional
(IPN), en la investigación “Daños producidos por hidrocarburos aromáticos
policíclicos y toxinas bacterianas en el hígado y vísceras del charal blanco
silvestre”.
El
consumo de este pescado de diminuto tamaño, rico sabor y gran demanda en la
cocina mexicana se ha registrado desde tiempos ancestrales, por ello se busca
alertar a las autoridades sobre el daño ecológico que se está causando a esta
especie.
A
pesar de las diferentes estrategias metabólicas de peces para reducir los daños
producidos por la contaminación ambiental, en este estudio se demostró que
existe riesgo de que desaparezca el charal blanco de importancia ecológica, culinaria
y cultural; hasta el momento se desconocen los posibles efectos en el hombre al
consumir peces expuestos a estas sustancias tóxicas.
López
Tapia dijo que la contaminación se presenta en el charal blanco silvestre a
nivel nacional, principalmente en los cuerpos de agua de Michoacán, Jalisco,
Estado de México y el Distrito Federal, donde se desarrolla en mayor cantidad.
Explicó que los hidrocarburos aromáticos
policíclicos pueden llegar a los cuerpos de agua por deposición atmosférica por
la quema incompleta de combustibles fósiles y/o materia orgánica. Durante el
metabolismo de estos tóxicos se pueden formar sustancias altamente reactivas y
en algunas ocasiones pueden ser neutralizadas por otras enzimas como la epóxido
hidrolasa (EH).
En
su trabajo destaca que por el exceso de nutrientes debido al uso de
agroquímicos, detergentes y otros productos domésticos e industriales se genera
la eutrofización o envejecimiento de los cuerpos de agua.
En
estas condiciones algunos microorganismos como las cianobacterias pueden crecer
de manera desmedida y producir microcistinas, toxinas capaces de alterar el
metabolismo de las fosfatasas de proteínas que causan un aumento en la
fosforilación de las proteínas celulares, y que desencadena un tipo de muerte
celular denominado apoptosis.
Ante
esta problemática, consideró necesario llevar a cabo políticas públicas de
prevención y control de estos tóxicos, leyes que impidan la contaminación al
recurso hídrico en México, ya que los derrames de tóxicos y el exceso de
nutrientes en estos cuerpos de agua afectan la producción de este alimento
prehispánico.
“No
existen límites máximos permisibles para estos contaminantes, ni en agua ni en
especies en nuestro país. La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece
un nivel máximo aceptable para el consumo diario de microcistinas de tipo LR (1
µg/l), es un valor provisional de referencia, pero un valor único no es
apropiado”, expresó.
López
Tapia recomienda acciones integrales principalmente en tres aspectos que son
fundamentales: investigación, soluciones técnicas y gestión del recurso hídrico
en México.
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