Los Organismos Genéticamente
Modificados (OGM) o transgénicos, como se les conoce
coloquialmente, son la punta de lanza de un modelo destructor que vulnera la
seguridad alimentaria y pone en riesgo la soberanía nacional, por lo que la
comunidad científica debe seguir pugnando por su prohibición, señaló la investigadora
de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), María Elena
Álvarez-Buylla Roces, Premio Nacional de Ciencias 2017 en México.
Indicó que la agricultura industrial y la revolución
verde fueron las encargadas de apropiarse de las semillas para establecer
negocios mundiales, poniendo en jaque a los campesinos quienes las han visto
privatizar y han estado sometidos al endeudamiento y a la masiva contaminación
de sus parcelas, señaló la también miembro de la Junta Directiva de la
Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de la Ciudad de México (CDMX).
Dijo que urge cambiar el dogma central y determinista con
el que se sigue estudiando la vida, al sostener que los genes aislados
determinan proteínas y, por ende, los rasgos visibles de los seres vivos y que actúan
de manera independiente al medio ambiente, lo cual es falso.
En contraste, el paradigma del genoma dinámico y fluido
descubrió una nueva forma de apareamiento de las bases nitrogenadas que en
conjunto dan lugar a la doble hélice del Ácido desoxirribonucleico (ADN), por
lo que no se trata de una secuencia determinista y estática, sino que
permanentemente influyen en él, tanto el contexto ambiental, como el
sociocultural.
Detalló que la industria ha creído que puede diseñar y
controlar las modificaciones del ADN sin tomar en cuenta las interacciones
socioeconómicas y los peligros que conlleva la modificación de organismos
vivos, apuntó la cofundadora del Centro de Ciencias de la Complejidad de la
UNAM.
Informó que la ciencia mercantil, de la mano de la
industria y en contubernio con algunos gobiernos, pretende mercantilizar y
convencer a la población sobre la legalización e introducción del maíz
transgénico, argumentando terminar con el hambre y haber diseñado células capaces
de soportar insecticidas y herbicidas como el famoso faena, compuesto de glifosato y declarado “probablemente cancerígeno
para los seres humanos” por la Organización Mundial de la Salud.
Álvarez-Buylla Roces desmintió tres falsas promesas de
los transgénicos, la primera señala una equivalencia entre los organismos
naturales y los genéticamente modificados (OGM), cuando estos últimos alteran
de manera sistémica las relaciones metabólicas, generando alteraciones por dos metabolitos
llamados cadaverina y putrecina contenidos en sus células y en
el maíz transgénico, y que son de gran peligrosidad.
La segunda es que los OGM son controlables, sin embargo
se ha demostrado que en regiones donde han sido liberados siguen causando
estragos aun 10 años después, llegando a contaminar hasta 60 por ciento de los
acervos de maíz que no deberían contenerlos.
En México el riesgo es aún mayor pues se emplea la
polinización abierta y cada mazorca recibe polen de decenas de mazorcas a
cientos de metros de distancia que fungen como machos.
El tercer engaño es que el maíz transgénico es inocuo,
cuando en realidad es rociado de manera masiva con agrotóxicos como el
glifosato, el cual además es un disrruptor hormonal que destruye el microbioma
de los seres vivos.
La académica instó al gobierno a proteger las 59 razas
con miles de variedades que hoy en día han generado una diversidad maravillosa
de maíces, gracias al mejoramiento autóctono de muchas comunidades.
Detalló que
“Consumimos entre 300 y 500 gramos diariamente de maíz”,
concederlo a empresas privadas sería contribuir con el acaparamiento de tierras
y seguir fomentando el uso excesivo de fertilizantes que además producen gases
de efecto invernadero de mayor potencia como el óxido nitroso” agregó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario