La curva epidemiológica del
coronavirus (COVID-19) en México “no logrará aplanarse como se prometió y
tiende a ser tan espigada como las de otros países”, sostiene el doctor Roberto
Gutiérrez Rodríguez, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana
(UAM), en la Ciudad de México.
“El punto de inflexión se ha tenido que aplazar a medida
que se posee mejor información y proyecciones más confiables, pero es evidente
que se ha jugado con dos fuerzas: permitir la expansión del contagio de manera
controlada –no deben rebasar los límites que impone la capacidad hospitalaria– y enviar a los agentes financieros la señal de que pronto se reabrirá la
economía y habrá un adecuado control de daños”.
De acuerdo con el principio epidemiológico, al final toda
la población se habrá infectado e inmunizado; una parte desarrollará la
enfermedad y otra habrá fallecido, mientras que según “el
económico, entre más pronto se abra este sector, menos profunda será la
recesión; menos personas se quedarán sin empleo e ingresos; menos aumentará
el grupo de familias en condiciones de pobreza; menos se abrirá la brecha de la
desigualdad; más petróleo podrá extraerse y venderse, y mayor sincronización se
logrará con Estados Unidos, cuya epidemia inició un mes antes que en México”.
Los
pasados días 4 y 5 de mayo, el doctor Hugo
López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, anunció el
aplanamiento de la curva a partir de los modelos y las estadísticas conjuntos
del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el CentroGeo, GeoInt y
la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero no del denominado
Centinela, retomado por la propia Secretaría de Salud ante el primer brote, a
fines de febrero de este año.
El
argumento fue que, gracias a las medidas de distanciamiento social, se había
reducido en 74% el número de contagios entre la cresta hipotética –sin
intervención, que se habría alcanzado el 2 de abril– y la del 8 de mayo, lo que
se interpreta como que, en vez de un registro de casi 31 mil contagios para el
8 de mayo habrían sido 129 mil 36 días antes, en lugar de 3,218 fallecidos en
esta fecha; la cifra habría sido 13,400, 36 días antes.
Si
estos cálculos son “consistentes con lo dicho por el subsecretario, en el pico
el número de enfermos y fallecidos tendrían niveles similares a los de Francia,
quinto país más afectado por la pandemia en el mundo”, señala el académico en
su artículo A mitad de la duración
proyectada del COVID-19, México se debate entre dos fuerzas: el alto número de
fallecimientos y la reapertura de la economía.
Al
margen “de la magnitud y la fecha de las crestas, las áreas abajo de ambas
curvas tendrían el mismo volumen, lo que implica que la cantidad de personas
infectadas sería la misma y la conclusión de contagios se corre en los nuevos
cálculos para el 5 de julio”.
El
jefe del Departamento de Economía de la Unidad Iztapalapa
menciona la existencia de dos tipos de modelos que dan seguimiento a la
expansión: uno sigmoideo, aplicado por esta instancia académica de la UAM y el
cual centra su atención en el punto de inflexión de la parte creciente de la
curva, y otro epidemiológico, en práctica por el Instituto de Investigaciones
en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS) de la UNAM, el Boston Consulting
Group (BCG) y el Predicting Monitoring of COVID-19 del Laboratorio de
Innovación de la Universidad de Singapur (SUPM).
En este último, la cúspide se alcanza cuando el valor de
la pendiente de la curva es igual a cero y se traduce en el descenso de la
cantidad diaria de transmisión.
Precisó que las tasas de incremento de los contagios no
eran de cero cuando se hizo el anuncio del aplanamiento de la curva, debido a
que el primero y el 4 de mayo el valor promedio había sido de 6.3 por ciento,
duplicándose la cifra cada 11.1 días.
Si las tasas descienden con el tiempo no es en sí mismo
un argumento poderoso para tomar decisiones radicales, pues se trata sólo de
una ley estadística: al principio son altas, ya que parten de una base muy
pequeña; al final bajan porque la base se vuelve robusta, debido a lo cual, por
ejemplo, las economías de los países menos desarrollados crecen de manera más
acelerada que en los que alcanzaron el desarrollo o la maduración.
Los cálculos del doctor López-Gatell presuponen por una
parte que las curvas de las regiones con mayor incidencia –Valle de México,
Tijuana, Cancún, Culiacán y Villa Hermosa– llegarán casi de manera sincronizada
a la pendiente cero y, por otro, desde el punto de vista estadístico, que no se
dispararán las infecciones en el resto de los municipios ni habrá brotes en los
900 que hasta el 19 de abril se habían reportado libres del virus: 36 por
ciento del total nacional.
Aun alcanzándose el límite superior, la curva podría no
adoptar la forma de cima, sino de una plataforma muy discontinua con valores al
alza y a la baja, un comportamiento frecuente en diversas partes del mundo que
ya suma un promedio de 80 mil enfermos.
“Esto es un reconocimiento implícito de que, mientras en
algunas regiones el número desciende, en otras sube, lo cual se debe sobre todo
a que los ciclos no están sincronizados. Con tasas de crecimiento negativas de
los contagios, los gobiernos encuentran un argumento poderoso para empezar a
abrir sus economías, por lo general presionados por la iniciativa privada, como
ha sucedido en Dinamarca, Suecia, Alemania, España e Italia, y en esa misma
dirección tratan de avanzar Gran Bretaña y Estados Unidos”.
El doctor Gutiérrez Rodríguez alertó del peligro de los
rebrotes, en particular a partir del otoño de 2020, pues provocarían apremio
máximo por el retraso en la reapertura de las economías, incluida la mexicana,
y que funcionen a un ritmo sustancialmente más lento al experimentado en 2019.
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