De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo
(ENOE), realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi),
solo 5.2 por ciento de la población ocupada gana más de cinco salarios mínimos
al día.
La
encuesta detalla que el rango de salarios mínimos al día dominante es de uno a
dos, ingreso que corresponde a 27.5 por ciento de la población ocupada; le
sigue el rango que va de dos y tres salarios mínimos al día con 21.6 por ciento
de la población ocupada; y en tercer lugar, el rango que corresponde a un
salario mínimo al día con 14.4 por ciento de la población ocupada.
Entretanto,
el estudio Panorama de la Educación 2017 de la Organización para la Cooperación
y Desarrollo Económicos (OCDE) explica que tan solo 17 por ciento de las
personas entre 25 y 64 años logra estudios universitarios y la cifra decae
considerablemente cuando se eleva el grado educativo, toda vez que solo uno por
ciento de los mexicanos en ese rango de edad cuenta con estudios de maestría y
menos de uno por ciento cursa un doctorado.
En
ese contexto, hasta hace un tiempo se pensaba que si se elevaba el nivel
educativo de la población, se tendría acceso a mejores niveles salariales; no
obstante, un estudio de la Universidad Iberoamericana, en colaboración con
Konrad-Adenauer-Stiftung, reveló que contrario a lo que se creía, el acceso a
niveles más altos de educación, es decir, contar con maestrías y doctorados no
ha incrementado el ingreso de los trabajadores.
Miguel
Santiago Reyes Hernández, profesor investigador del Instituto de
Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (Equide) de la Universidad
Iberoamericana y responsable de la investigación “México: país de pobres y no
de clases medias”, explicó que el proyecto surge tras un acuerdo de vinculación
entre el Equide, el Observatorio de Salarios y el Konrad-Adenauer-Stiftung.
En
resumen, explicó que encontramos que los mercados laborales en México están
generando que persista la pobreza, sus mercados laborales con la distribución
de la riqueza al interior de las corporaciones están haciendo que la pobreza
sea persistente y permanente y estamos ante un escenario donde tendríamos que
cambiar ese modelo distributivo, pensar en sistemas de protección universal, de
seguridad social o protección social que se desvinculen del trabajo, es decir,
que toda la gente tuviera acceso a la seguridad social y para eso se necesita
una reforma fiscal que redirija gasto, que disminuya gasto corriente, que
incremente el gasto de inversión, que aumente impuestos a quienes no pagan.
Detalló
que existe una preocupación entre las instituciones involucradas por los
niveles persistentes de pobreza que hay en el país. En particular, la Konrad
Adenauer no percibe que México transite de un país de pobres a clases medias,
considerando que somos una nación que forma parte del G-20, integrado por los
países que más riqueza producen en todo el mundo.
Explicó
que ante ello surgió la interrogante del porqué México se ostenta como uno de
los países que más riqueza producen y que al mismo tiempo mantiene a una gran
parte de su población en pobreza persistente, por qué no mejoran las
condiciones de vida de su población, a qué se debe y qué tipo de condiciones son
las que están obstaculizando el desarrollo de la población.
A
lo cual, indicó que “lo que encontramos en los mercados laborales es oferta y
demanda, los ofertantes en este caso son las personas que ponen sobre la mesa
sus conocimientos a partir de su nivel educativo, mientras que por el lado de
la demanda se encuentran las empresas, mismas que buscan personal a cambio de
sueldos vinculados con la productividad”.
Pero,
en un escenario ideal, si vinculas productividad con nivel educativo, el
salario remunerado debería ser mayor; no obstante, en los últimos años, en
particular a partir de 1992, los salarios se establecen a partir del tope para
el salario mínimo, el cual está en función de la inflación esperada, sin
considerar el nivel educativo.
Esa
situación afecta el desarrollo del país desde muchas aristas, por ejemplo,
rompe la movilidad social porque el mensaje que le mandas a los jóvenes es para
qué estudio si la diferencia salarial entre personas con secundaria,
preparatoria y licenciatura es muy baja. Por ejemplo, una persona que estudia
licenciatura, en términos reales tiene una diferencia de tres mil pesos
respecto a los que estudian preparatoria, aun cuando el licenciado invierte de
cuatro a cinco años más en su formación.
Concluyó
que básicamente planteamos que no solo se trata de mover salarios, sino el tipo
de empleo que se está generando, mover la parte fiscal para hacerla más
progresiva y que paguen más quienes más tienen y en términos generales hacer
más competitivo el país usando la innovación tecnología como base de ello.