La
sedimentación de embalses en México es un problema cuya solución
compete tanto a la ciencia como a la sociedad, pues reduce el
almacenamiento de agua para usos vitales, advirtió Jesús Gracia
Sánchez, investigador del Instituto de Ingeniería (II) de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Al
disminuir la capacidad de las presas se genera menos electricidad y
se menoscaba el aporte hídrico para riego y consumo humano.
En
grandes hidroeléctricas como Chicoasén y La Angostura en Chiapas;
y, El Cajón en Nayarit, estos depósitos no son tan graves porque
están en cuerpos acuosos grandes. De hecho, el sistema Cutzamala, en
el Estado de México, encargado de surtir el recurso potable al DF,
está bien cuidado, pero en las represas medianas y chicas (el 90 por
ciento del país) el fenómeno es severo.
Además,
agregó, a medida que los embalses envejecen (la mayoría data de los
años 50-60 del siglo XX), el inconveniente se acentúa. Algunos
están llenos de sedimentos o, peor aún, de basura, como los
construidos antaño en la ciudad de México para contener avenidas y
evitar inundaciones.
Uno
de estos vasos puede tener 60 kilómetros de largo y una cortina
(propiamente la presa) de 100 metros de altura. ¿Cómo sacarlos?
En
ingeniería todo es posible, pero costoso. Muchas veces es más
barato construir algo nuevo que desazolvar, aseveró Gracia Sánchez.
Si
hay cargas de altura de 100 metros no se puede extraer el sedimento y
es preciso vaciar vía descargas de fondo, es decir, por aberturas de
la presa, aunque después lo complicado es cerrarlas.
Con
el flushing
(una técnica de lavado) es factible arrastrar el material con el
líquido fluvial. Un costo es que se emplea lo almacenado y sólo se
hace de manera eficiente si los niveles son bajos.
En
una edificación nueva es posible encauzar el sedimento para
acercarlo a la cortina y retirarlo; sin embargo, esta solución no se
puede aplicar en embalses de 60 años, como algunos en México.
Además, el
problema difiere y cada caso requiere una solución diferente. En el
II, Gracia Sánchez, además de ofrecer asesoría, desarrolla
investigación aplicada para solucionar especificidades.
En
el diseño hidráulico para mitigar esta situación se utilizan tres
tipos de herramientas. La primera es la empírica, basada en fórmulas
clásicas que dan una idea aproximada del problema. Hace 60 años, a
partir de su experiencia, los ingenieros las ajustaban para hacer
cálculos.
La
segunda son los modelos numéricos, efectuados vía computadora, con
los que, con base en las peculiaridades del flujo, simulan cómo se
mueven estas acumulaciones a través de las estructuras de
contención. “Al final son simplificaciones”, subrayó.
La
tercera son los modelos físicos, una versión a escala del prototipo
de embalse. Con éstos, el universitario estudia tanto la
sedimentación como lo contrario: la erosión. “Es una herramienta
única (por ahora) que nos puede dar la característica
tridimensional del flujo con estas características”.
Un
trabajo reciente fue el de la bifurcación del río Mezcalapa,
dividido en Samaria y El Carrizal, el cual lleva el recurso a
Villahermosa, Tabasco, donde uno de los inconvenientes era la
sedimentación, que impedía el flujo suficiente, por lo que se pidió
desarrollar un diseño hidráulico para garantizar el abasto potable
a Villahermosa.
Con
base en un modelo físico y uno numérico, en diciembre pasado se
propuso una solución: dragar El Carrizal, es decir, excavar un canal
(dos kilómetros de largo por 20 metros de ancho) para permitir, aun
si El Mezcalapa tiene poca agua, la entrada de un gasto mínimo de
flujo y, al mismo tiempo, limpiar el conducto que llega a la capital
tabasqueña.
El
sedimentograma total es la suma de los registros de ambos tipos:
grueso y fino. Uno está conformado por partículas desde medio
milímetro hasta piedras de metros. El otro es arcilla, de
comportamiento similar a la sal en un medio acuoso: es un sólido
disuelto que se traslada suspendido, con un comportamiento especial.
En
un embalse, explicó Gracia Sánchez, muchas veces el diminuto, en
vez de mezclarse con el agua, forma corrientes de densidad que viajan
por la base, en medio e incluso por su superficie.
Si
se trasladara por el fondo y llegara a la cortina “los ingenieros
seríamos felices” porque bastaría abrir la descarga de la parte
inferior para sacar la materia depositada, pero esto no es frecuente.
Otras veces viene disperso y enturbia el medio.
De
estos dos comportamientos, completamente diferentes, depende el uso.
Para la potable conviene que se forme la corriente de densidad, a fin
de que quede limpia en la parte superior. Si está “chocolatosa,
hay que instalar una planta de tratamiento para volverla apta para el
consumo humano. Para riego, en cambio, ese cúmulo de material, por
recoger nutrientes a su paso, es benéfico para las parcelas.
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