Rosemary
A. Joyce, decana de la arqueología con perspectiva de género, recordó que a los
ocho años leyó un libro que la marcaría para siempre. “Se trataba del
descubrimiento de las ruinas de Troya” y después devoró cualquier texto de
arqueología que cayó en sus manos, sobre las pirámides de Egipto o las antiguas
ruinas de Machu Picchu, en Perú. Ya a los 16 años su vocación estaba definida:
sería arqueóloga.
La
profesora investigadora del Departamento de Antropología de la Universidad de
California en Berkeley y dedicada a la arqueología durante más de tres décadas,
en especial a la presencia de las mujeres en la cultura maya precolombina, fue
homenajeada por sus pares mexicanas y
estadounidenses como parte del IX Congreso Internacional de Estudios de Género,
organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En
su publicación Gender and Power in
Prehispanic Mesoamerica, Joyce explica que el género no era una categoría
fija antes de la llegada de los españoles al continente americano, sino que
fluía con la potencia de un líquido.
Para
ello, centra sus reflexiones en el apogeo del período Clásico, donde los
gobernantes mayas se presentaban como encarnación de todas las posibilidades de
género, de sexo masculino a través de sexo femenino, usando trajes mezclados y
desempeñando roles masculinos y femeninos en las ceremonias de Estado.
“Cuando
empecé —recuerda— era imposible identificar a las mujeres de los hombres en las
investigaciones del pasado, sobre todo en arqueología. Era algo muy extraño,
pero se presentaba a los hombres como protagonistas, y las mujeres no
aparecían”.
“De
entrada, yo me plantee el problema de trabajar en los ámbitos domésticos y
residenciales, para buscar las huellas materiales del trabajo femenino, como la
preparación de la comida o la producción de cerámica o textiles, con la idea de
presentar el papel de las mujeres en la producción de la economía”, explicó la
investigadora.
“Con
el tiempo entendí que muchos investigadores estaban leyendo el pasado
prehispánico con las ideas fijas del presente, de manera que no hemos dicho
cómo estaba distribuido el trabajo, que el ámbito doméstico era algo privado y
no participaba en política o en la construcción del estado; pero creo que es
necesario ver el pasado con los ojos del pasado y entender su concepción, la
producción y el estado.
Sobre
este tema abunda Joyce: “Hacemos analogías con las sociedades indígenas de la
actualidad, producto del trabajo etnográfico, sin entender que esos grupos
están colonizados y jerarquizados por el poder dominante. Había, entonces, que
pensar cómo era su modo de vida antes del desarrollo del estado y las
diferencias entre los géneros. De ahí que utilicé recursos y conceptos de la
teoría de género que estaban sirviendo para entender las relaciones de hombres
y mujeres en el siglo XX y XXI, para comprender a las personas del siglo III y
IV de nuestra era”.
“Mi investigación indaga las maneras en que
habitantes prehispánicos de América Central empleaban la cultura material en la
negociación activa de su lugar en la sociedad. Gran parte de mi trabajo
publicado se refiere a la utilización de imágenes de representación para crear
y reforzar las identidades de género, e incluye exámenes del arte monumental de
los mayas del Clásico y textos glíficos y del período Formativo, imágenes en
escala pequeña y monumental”, abundó la experta.
Joyce
hizo trabajo de campo en Honduras desde 1997, y en la actualidad codirige un
proyecto para investigar la evidencia más temprana de la vida del pueblo maya
en ese país.
Anteriormente
ha trabajado en proyectos arqueológicos en el poblado el Naco, cerca de San
Pedro Sula, y en el Valle Ulúa, así como en la cuenca del río Cuyumapa, siempre
utilizando los enfoques multiescalares que implican patrones de asentamiento
regionales y de arqueología detallada de los hogares.
En
Honduras, la doctora Rosemary Joyce llevó a cabo excavaciones en “una aldea que
es contemporánea de las sociedades Olmecas de la costa del Golfo de México, que
convergen con mi nuevo análisis de las colecciones de museos del período
formativo (1100-900 a.C). Más recientemente, he llevado a cabo excavaciones en
Los Naranjos (Honduras), un importante conjunto monumental que data de la misma
época, el cual abrió a finales de 1990 como parque nacional”.
También ha desarrollado una intensa labor como antropóloga de museo, trabajando con colecciones, que
incluyen fotografías y archivos históricos, tanto en América del Norte como en Honduras.
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