A pesar de
que los perros no comparten una misma historia filogenética con los humanos
(como con los chimpancés), sí tienen el mismo medio, por lo que se sugiere que
éste ha modelado su cognición.
Por ello,
estudiantes del doctorado en ciencias biomédicas del Instituto de Neurobiología
de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), campus Juriquilla, en el
estado de Querétaro, proponen que el estudio de la actividad cerebral de los
perros podría abrir el camino para comprender más sobre los procesos de
aprendizaje en el hombre.
La
doctorante Laura Cuaya Retana, explicó que los perros y los humanos compartimos
actividades cerebrales similares, fundamentales en el proceso de aprendizaje,
lo que sugiere una evolución más temprana de habilidades de reconocimiento
facial y diferenciación de expresiones tales como felicidad o tristeza.
Los perros
pueden reconocer caras, ya que de ello depende su adaptación al ambiente, y
reveló que “los monos no pueden hacerlo, porque de ello no depende su
supervivencia”.
Con la
etiología cognitiva como herramienta, los estudiantes Laura Cuaya Retana y Raúl
Hernández Pérez, analizaron lo que ocurre en el cerebro de ocho perros adultos
a través de resonancias magnéticas al mostrarles fotos de humanos, seguidas de
fotografías de cosas cotidianas como muebles o plantas, para ver si su cerebro
diferenciaba los rostros.
Concordaron
que “observamos que los perros procesan los rostros de manera muy similar a
como los humanos lo hacen, se encienden las mismas zonas; sin embargo, lo
novedoso fue descubrir que dos regiones más se encendían en el caso de los
perros: la corteza frontal y el núcleo caudado (ambos relacionados con el
aprendizaje y la memoria) y, en especial el último con la sensación de
recompensa”.
Por ello,
cuando los perros ven al humano, lo asocian con una sensación de recompensa.
“Los perros tienen una representación mental de la felicidad (en el rostro del
humano)”, dijo Cuaya Retana, quien agregó que los perros mostraban una
actividad cerebral notable al ver caras felices.
Añadió que
“nosotros somos capaces de interpretar emociones para modelar nuestra conducta
y pareciera que los perros hacen lo mismo, pues prefieren explorar la caja
donde encontraron caras felices que caras tristes”. Aunque estas pruebas dicen qué es lo que pasa
en el cerebro, aún hacen falta pruebas conductuales que amplíen la
investigación, advirtió.
Cuaya
Retana dijo que solo hay tres países que realizan resonancias magnéticas a
perros como objeto de estudio: Hungría, Alemania y México.
Explicó
que los perros no son considerados objeto de estudio porque se dice que no se
les puede aislar de su medio natural y que los lobos eran un mejor modelo de
estudio porque se encontraban en un medio “natural”; sin embargo, los perros
comparten el mismo medio que los humanos, y entendiéndolos se podría explicar
probablemente qué modeló la conducta de los chimpancés o de los lobos.
“Esto es un fenómeno convergente de la
evolución en donde organismos que aparentemente no se relacionan en nada (como
los chimpancés, lobos y perros) tienden a evolucionar con características
similares, ya sean morfológicas o ecológicas”.
Finalmente,
la especialista destacó que su estudio es un ejemplo de cómo se utiliza otra
especie para llevar a cabo investigación, y condenó la violencia en contra de
los animales utilizados para experimentos. “Todo es acerca de respeto, porque
ninguna pregunta es más importante que el malestar del participante y ningún
experimento justifica la violencia contra los animales”.
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