El mensaje ofrecido por el Presidente Enrique Peña Nieto resultó muy
pobre, limitado y decepcionante; no reconoce falla alguna en su gobierno y
sigue insistiendo en que los graves problemas del país son producto de las
coyunturas internacionales, señaló Víctor Alarcón, investigador de la
Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Expuso que lo anterior denota dificultades “para que un Presidente como
él pueda seguir manteniendo una conducción política” del país. El hecho de
regresar a Luis Videgaray al gabinete presidencial “es una manifestación
ingenua y bastante limitada del ejecutivo”.
El politólogo sostuvo que suponer que al ser Videgaray el contacto para
traer a Donald Trump a México durante su campaña para ocupar la presidencia de
Estados, puede ser factor suficiente para pensar en un menor impacto de las
decisiones que tome el próximo mandatario estadounidense, “es una visión muy
limitada”.
El académico consideró erróneo creer que con Videgaray se van a contener
los problemas y el alud de cambios que la relación México-Estados Unidos está
empezando a experimentar, sobre todo cuando ya existen implicaciones en el
ámbito económico ante la decisión de la empresa Ford de cancelar la instalación
de una planta armadora en San Luis Potosí.
Más allá de pensar que con esta decisión habrá un cambio de política, el
presidente muestra un nivel de incapacidad y de claudicación con respecto a las
opciones que se podrían construir o empezar a generar mediante otro tipo de
mecanismos de diálogo, incluso con las propias fuerzas políticas nacionales.
En este mensaje, por el contrario, no hubo ninguna convocatoria a abrir
un diálogo en mejores condiciones a las que se tienen “e incluso es preocupante
que se valore la opción de usar la fuerza pública para contener las protestas
que se extienden a lo largo del territorio nacional.
Con respecto a las movilizaciones ciudadanas en rechazo al llamado
“gasolinazo”, el doctor Alarcón Olguín dijo que si bien estas protestas no
tienen todavía una dirección política, “creo que estamos ante un cuadro de
emergencia nacional muy parecido al de los años 80, cuando el presidente Miguel
de la Madrid se vio forzado al diálogo con todos los sectores productivos, los
partidos políticos y se alcanzó el pacto de solidaridad económica.
Aquella medida resultó mucho más precisa para poder controlar los
aspectos inflacionarios, de manejo de deuda y tenía una perspectiva mucho más
integral de la problemática que se vivía; “hoy los sectores están viendo cada
uno por su suerte”.
El doctor Alarcón Olguín consideró que el “gasolinazo” no es un problema
que se pueda resolver aumentando o bajando precios; se requieren acciones de
mucho más alcance y esto implicaría un tipo de convocatoria donde el llamado a
la estabilización y a la prudencia de los sectores sería el mejor mensaje.
Detalló que “lo que pudimos esperar en el
mensaje de hoy es justamente un llamado a la unidad, al diálogo y al
reconocimiento de que no sólo el PRI y el presidente pueden resolver la
problemática”, porque “es ahí donde radica lo limitado y decepcionante del
mensaje”.
El investigador rechazó el argumento de que ante las decisiones tomadas
con respecto al gasolinazo “no había de otra”, pues “otra es que reconozca que
es momento de hacer un cambio de política y convocar a otras fuerzas políticas
para poder hacer algo”.
La política de “no oigo nada, no veo nada aunque ocurra”, dijo, es
un tono de discurso lamentable, pobre, poco creativo y que provoca incluso
mayor inquietud de la que ya se tiene.
El académico afirmó que “estamos ante un escenario en el que,
frente a las protestas, el gobierno puede tomar la salida de “poner más
policías, más ejército para tratar de disolver las manifestaciones al suponer
que esto intimide a la población”.
Este no es el mejor escenario pero “no veo realmente ningún nivel
de convocatoria” para reunirse con partidos, grupos empresariales y sociales,
entre otros, para delimitar una estrategia de contingencia que sea mucho más
responsable que la desplegada hasta ahora.
La emergencia obliga a que todos los actores pongan algo de su parte y a
asumir el mensaje de que no se puede seguir con una mecánica de un Estado
despilfarrador y suntuario, y un pueblo al que se presiona para pagar el precio
de la corrupción de una clase política que no está asumiendo ninguna responsabilidad
y que de los problemas culpa a un factor externo a su propio desempeño.
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