Los megaproyectos urbanos son considerados como una estrategia
para impulsar un modelo de ciudad basado en la competitividad, sin embargo traen
como consecuencia la privatización de los espacios públicos y la generación de
procesos de exclusión, desigualdad y segregación socio-espacial, afirma el
doctor Jesús Carlos Morales Guzmán, profesor-investigador de la Universidad
Autónoma Metropolitana (UAM) de la Ciudad de México (CDMX).
Explicó
que el nuevo orden mundial obliga a los países subdesarrollados a conducirse
bajo esquemas encaminados a satisfacer intereses de tipo comercial más que públicos
y de ordenamiento económico, y es bajo esta lógica que se dan los nuevos
arreglos institucionales y las negociaciones entre los actores políticos y
económicos en torno a las megaobras.
El
investigador explica que ante los nuevos escenarios de construcción de obras en
las ciudades, la sociedad civil juega un papel importante. Ya que, su configuración
es heterogénea y participan sectores medios y altos, y consideran que los
nuevos esquemas de desarrollo urbano atentan contra sus derechos civiles,
sociales, políticos y medioambientales.
Lamentó
que México es claro ejemplo de subordinación e ingobernabilidad frente a los
poderes económicos y financieros globales que “ocupan áreas y cumplen funciones
centrales que antes realizaba el Estado, lo que refleja la incapacidad del
gobierno sobre asuntos de las metrópolis”.
El
académico del Departamento de Sociología de la Unidad Azcapotzalco, ubicada al
norte de la CDMX, expuso dos ejemplos que confirman lo anterior: la Autopista
Urbana Oriente y El Tren Interurbano México-Toluca, en los que se observa
claramente una alianza entre las empresas constructoras y los gobiernos federal
y local para la producción de la ciudad, excluyendo a la ciudadanía.
Este
tipo de proyectos se llevan a cabo al margen del sistema de planeación vigente,
lo que ocasiona cambios en el uso del suelo “de rural a urbano, de habitacional
a comercial y de servicios”, y confirma que están asociados a una “rentabilidad
económica” más que a un beneficio social.
El
también miembro del Sistema Nacional de Investigadores aclara que la Autopista
Urbana Oriente es un proyecto que diversos activistas, especialistas,
académicos y vecinos afectados han rechazado por sus implicaciones ambientales,
sociales y culturales, pues promueve la urbanización en Xochimilco, reserva de
agua y último pulmón del sur de la Ciudad de México.
En
tanto el Tren Interurbano México-Toluca es una obra que ha generado
inconformidad por parte de vecinos de más de 30 colonias de las delegaciones
Álvaro Obregón y Cuajimalpa. Cuyas protestas radican en la falta de planeación,
pues se planteó que la construcción pasara por la avenida Vasco de Quiroga,
vialidad que presentaría limitaciones de espacio pues tendría doble tránsito
vehicular y provocaría más caos vial.
Además
argumentan que pone en riesgo el patrimonio histórico del pueblo de Santa Fe,
que quedaría sepultado por la construcción del tramo elevado. Proyecto que los
expertos ambientalistas consideran que la obra provocará problemas como mayor
contaminación, erosión, deforestación y ruido, entre otros, así como afectaciones
por la colocación de 88 estructuras para soporte sobre el río Tacubaya y mantos
acuíferos de Santa Fe.
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