El
fin de los combustibles fósiles está cercano, lo que significa que la humanidad
disfrutará durante unos 30 años más de petróleo convencional, por cuatro y ocho
décadas de gas natural y de uranio, respectivamente, y por los dos siguientes
siglos de carbón, advirtió la doctora Aleida Azamar Alonso, investigadora de la
Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), plantel ubicada en la Ciudad de México (CDMX).
Criticó el concepto de
generación de riqueza por la vía del extractivismo y la sobreexplotación de
recursos, que además de graves desequilibrios medioambientales acarrean
violencia excesiva, desplazamientos forzosos, ocupación territorial y, por ende,
mayor desigualdad social en el mundo.
Cuanto más rápido se
agote el crudo, más pronto desaparecerá el resto de los recursos naturales
citados y lo que se obtiene de ellos, precisó la académica del Departamento
de Producción Económica de la Unidad Xochimilco en el Palacio de la Escuela de Medicina de la
Universidad Nacional Autónoma de México, debido a que en los últimos 40 años
las grandes corporaciones han dado un vuelco regresivo a la vida, al
incrementar en grandes proporciones la extracción para uso industrial y fomentar
el consumo hasta triplicarlo.
La huella ecológica más
profunda proviene de los Estados más ricos del mundo, en virtud de que América
Latina y África se caracterizan por aportar, más que por utilizar los recursos,
señaló durante la reunión global de expertos y defensores de la Tierra.
La profesora
del Área de Análisis y Gestión Socioeconómica de las Organizaciones apuntó que la mayor parte de los bienes es obtenida de las
regiones de mayor biodiversidad del planeta, que paradójicamente suelen ser las
más pobres en cuanto a índice de desarrollo: 50 por ciento de los
megaproyectos extractivos se concentra en esas zonas.
Azamar Alonso señaló
que hay daños irreversibles en las áreas naturales protegidas (ANP), las cuales
a pesar de tener una prohibición de extracción u ocupación se encuentran en
grave peligro, pues de las 182 ANP del país, 50 por ciento tiene al menos un
proyecto de ese tipo.
Los movimientos
sociales en contra de la extracción de recursos han dado grandes muestras de
valentía, por ejemplo, luego de que Marruecos levantara hace 40 años un muro
para pelear por los minerales, la pesquería y el petróleo de Argelia, la
respuesta de los pueblos del África Subsahariana a la serie de agresiones
ambientales y territoriales ha sido una de las luchas más relevantes y
organizadas de los últimos tiempos en la región.
Recordó que durante
febrero de 2006 en Pasta de Conchos, Coahuila, quedaron atrapados 65 mineros al
colapsar una mina operada por Grupo México, de ellos sólo dos cuerpos sin vida
fueron recuperados por las escasas maniobras gubernamentales, el resto –12 años
después– sigue atrapado sin que haya un solo responsable y el gobierno mexicano
a la fecha no ha firmado el convenio C176 sobre seguridad y salud en las minas.
A nivel institucional
hay un estado ausente o de corrupción y desde la década de 1990 se han
reformado prácticamente todas las legislaciones en América Latina como la ley
minera o la 27 constitucional que permite que las tierras sean propiedad
privada o puedan rentar, desapareciendo casi por completo la posibilidad de predios
ejidales y comunales.
Tan sólo en México hay
cerca de 500 conflictos socioambientales, de los cuales más de 120 son mineros,
una situación similar ocurre en China y Japón, que son altamente productores de
carbón y que a pesar de su desarrollo mantienen en desprotección a sus
trabajadores; en China mueren cerca de 10 mil mineros año tras año.
Detrás de estas
extracciones hay una cuestión geoestratégica y geopolítica de lucha de
recursos, no en vano Colombia realizó importantes acuerdos con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pues como vecino tienen a Venezuela, el
país con mayores reservas de petróleo del mundo.
“¿Quiénes van a
sobrevivir a esta guerra de recursos, acaso los más fuertes? No sólo se trata
de consumo y producción, sino de qué hacemos para frenar o alejarnos de esta
depredación, a veces olvidamos que los conceptos más significativos son
cooperación, solidaridad, amor y respeto, porque el término de riqueza que nos
han enseñado en los espacios educativos es completamente erróneo”, concluyó la
doctora Azamar Alonso.
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