A una década de su
lanzamiento, la Aplicación WhatsApp es
una de las herramientas tecnológicas más requeridas dentro de la comunicación
global. En la vida cotidiana se usa para socializar o tratar temas sobre el
trabajo, pero, al estar muchas horas en la misma, podría ser adictiva.
Cabe mencionar que
WhatsApp es una aplicación de mensajería para
teléfonos inteligentes, lanzada el 24 de
febrero del 2009. Según datos de 2018, su número de usuarios era de mil 500
millones.
Erika
Villavicencio Ayub, coordinadora de psicología organizacional de la Facultad de
Psicología (FP) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), afirmó
que hay una discusión sobre si su uso intensivo es una adicción.
Indicó que no se
encuentra en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales
(DSM-5), pero por recientes estudios y los síntomas detectados sí podría
tratarse de una adicción a las tecnologías de la información y la comunicación
(TIC).
De acuerdo con la
académica, hay algunos indicadores para saber si somos o no adictos: el tiempo
excesivo dedicado a esta aplicación, mentir sobre cuánto se usa e, incluso,
presentar alucinaciones o vibración fantasma (creer que se reciben
notificaciones cuando no es así).
Además, descuidar
las horas de sueño, el cuidado personal, no alimentarse bien, perder relaciones
interpersonales y mantener esta conducta a pesar de las consecuencias negativas.
Conforme la
dependencia avanza, el individuo se aísla, baja su rendimiento escolar o en el
empleo, recibe quejas de gente cercana por conectarse constantemente, entra en
ataque de ansiedad cuando no tiene acceso o la batería está por agotarse, y aunque
intenta limitar su uso, no lo consigue.
Si no revisa su
celular, la persona presenta síndrome de abstinencia: siente malestar
emocional, que proyecta en conductas disfóricas, insomnio, irritabilidad,
aburrimiento, soledad, ira y nerviosismo, entre otros.
También
experimenta altos niveles de ansiedad, depresión, fatiga, alteraciones de
concentración y memoria, y un alto reforzamiento porque el cerebro recibe una
sensación placentera al usar la red. Por último, el adicto sufre negligencia y
falta de autocontrol, acompañado de intolerancia y una necesidad de dosis cada
vez mayores para obtener los efectos deseados.
Villavicencio Ayub
refirió que esta dependencia en los jóvenes ha avanzado a niveles alarmantes;
incluso se han registrado muertes vinculadas con su uso en diferentes partes
del mundo.
Por ejemplo, su
utilización ha incrementado la tasa de accidentes vehiculares porque los
conductores se distraen cuando atienden sus mensajes, o los peatones se ponen
en riesgo al cruzar las calles mientras contestan su chat.
Algunas empresas
reportan bajas en el desempeño de su personal, o en las interacciones con los
compañeros. Esto también ocurre en el ámbito escolar, pues los adolescentes y
jóvenes son los principales adictos.
Difundió que si se
sospecha que ya se es adicto al WhatsApp, lo primero que se debe hacer
es acudir con un profesional que haga un diagnóstico y establezca un
tratamiento. En una fase inicial, el tratamiento puede requerir de terapia
cognitivo-conductual, y si es más avanzada, es necesario un tratamiento mixto
(farmacológico y conductual).
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