Pasada la tempestad por la COVID-19, cabría preguntar qué sucederá
con los museos, la investigadora del Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH), Gloria Falcón Martínez, brinda una serie de apuntes para
renovar la idea que permea estos espacios, los cuales, más allá de su labor de
resguardo, conservación, estudio, divulgación y recreación en pro de los
patrimonios material, inmaterial e, inclusive, medioambiental, deben aspirar
más que nunca a convertirse en lugares de acuerdo social.
La
antropóloga comentó que el año pasado, en el seno del Consejo Internacional de
Museos (ICOM, por sus siglas en inglés), se buscó consensuar una nueva
definición del museo, luego que se convocara a instituciones y personas
involucradas en la cultura, a repensar el concepto en el marco de los objetivos
de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, impulsada por la Organización
de las Naciones Unidas.
Los
museos son espacios democratizadores, inclusivos y polifónicos, para el diálogo
crítico sobre los pasados y los futuros. Reconociendo y abordando los
conflictos y desafíos del presente, custodian artefactos y especímenes para la
sociedad, salvaguardan memorias diversas para las generaciones futuras y
garantizan la igualdad de derechos y la igualdad de acceso al patrimonio para
todos los pueblos.
Los
museos no tienen ánimo de lucro. Son participativos y transparentes, y trabajan
en colaboración activa con y para diversas comunidades a fin de coleccionar,
preservar, investigar, interpretar, exponer y ampliar las comprensiones del
mundo, con el propósito de contribuir a la dignidad humana y a la justicia
social, a la igualdad mundial y al bienestar planetario.
“A
nivel mundial, y México no es la excepción, se han dado ejercicios de curaduría
colectiva, es decir, involucrando a las comunidades en la construcción de
nuevos discursos para exponer. Los especialistas del INAH, por ejemplo,
tuvieron a bien acercarse con la gente que vio afectado su patrimonio por los
sismos de 2017, en la elaboración de propuestas conjuntas para sobrellevar esta
situación.
“Las
modalidades de trabajo participativo se anclan en formas locales de
organización. Algunos jóvenes investigadores, varios comandados por Paul Hersch
Martínez, especialista del Centro INAH Morelos, se han dado a la tarea de
trabajar conjuntamente con gente de Guerrero en la propuesta y construcción de
temas para los museos comunitarios”, citó a modo de ejemplo.
“La
oferta museística de México es muy rica, y conforme las estadísticas más de 60%
tiene una vocación histórica o antropológica, lo que concuerda con el hecho que
el INAH administre la red más importante del país,” concluye.
Asimismo,
otro experto del Instituto, Fernando Félix, se encuentra articulando formas de
participación, específicamente en los museos regionales adscritos a la
institución, partiendo de problemáticas comunes. Cabe recordar que el INAH
cuenta con la red de museos más grande del país, la cual asciende a 164, entre
aquellos de carácter nacional, regional, metropolitano, de sitio, de sitio
arqueológico y algunos comunitarios.
Ante
la contingencia sanitaria mundial, los museos han sido parte de las
instituciones que han “derribado muros” y, así sea de manera remota, han
logrado mantener el vínculo con los públicos.
“Es
interesante ver cómo en esta circunstancia, se han valido de herramientas
digitales que ya habían implementado. Estos recursos, los cuales también
abarcan el aspecto social de llevar los contenidos de los museos a cárceles,
hospitales y escuelas mediante talleres, antes se consideraban ‘accesorios’,
como aditamentos o maneras de expandir la labor museística, y se vienen desarrollando
desde hace cuatro décadas. Hay mucho trabajo hecho que ahora podemos canalizar
por otras vías.
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