Ante la excesiva presencia de la
inseguridad en las ciudades, habitantes de diversas urbes de México cambian sus
rutinas: no salen a la calle en determinadas horas, dejan de visitar sitios
específicos y no permiten que sus hijos menores salgan.
Cabe
mencionar que en el país, 72.4 por ciento de la población mayor de 18 años
considera que la entidad en donde vive es insegura a consecuencia de la
violencia, en tanto que 59.1 por ciento ubica la inseguridad y la delincuencia
como los problemas más importantes, según la Encuesta Nacional de Victimización
y Percepción sobre Inseguridad Pública (Envipe) 2016 realizada en el país.
La
relación entre el miedo y el entorno urbano es analizado por el Alfonso
Valenzuela Aguilera, profesor investigador de la Universidad Autónoma del
Estado de Morelos (UAEM), a partir de las distintas dimensiones que los
habitantes identifican y que están ligadas a la violencia generalizada que
prevalece en varias ciudades de México y América Latina.
Esto
lo plasma en el libro La construcción espacial del miedo, en donde el autor
cuestiona el uso que se ha dado al miedo como instrumento efectivo de control,
incitando un estado de ánimo en la población que afecta de manera directa el
uso y disfrute de la ciudad.
Explicó
que “el impacto de los proyectos de arquitectura y urbanismo no alcanzaría el
resultado esperado si la gente no puede utilizar espacios como parques públicos
o proyectos habitacionales debido a cuestiones de inseguridad o de violencia”.
Y
es que, refiere, “la construcción espacial del miedo toca un tema central en
donde se argumenta que para permitir la convivencia y uso del espacio urbano
son necesarias condiciones de seguridad mínima para que la gente pueda
disfrutar de la ciudad, utilizarla y moverse libremente”.
Puntualizó
que las disciplinas espaciales como la arquitectura y el urbanismo no pueden
ser ajenas a la problemática de la inseguridad y deben considerarla como un
factor central en la producción de las ciudades. “Tenemos que construir
espacios seguros, espacios articulados y tenemos que reconocer que vivimos en
un medio complejo, ya no es nada más hacer proyectos bellos y funcionales sino
que también deben estar insertos dentro de la dinámica social”.
La
obra integra parte del trabajo que ha realizado a través del Observatorio de
Seguridad Ciudadana y Cohesión Social, una plataforma financiada por el Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) del gobierno mexicano que contrasta
la información delictiva con la percepción de inseguridad a partir del territorio,
además de identificar las causas sociales subyacentes para así diseñar
políticas y programas de prevención que mejoren la calidad de vida de la
población.
El
investigador sostiene que el incremento en los índices delictivos, así como de
la percepción de inseguridad en el país, ha incentivado el interés académico
por la relación entre el miedo y el entorno urbano.
La
investigación que sigue el Observatorio de Seguridad Ciudadana y Cohesión
Social vislumbra la creación de un marco de referencia para que los siguientes
planes urbanos a nivel municipal y estatal en Morelos incluyan la dimensión de
seguridad en su planeación.
El
análisis que realiza considera temáticas de representación, discursos, escalas
y contextos basados en investigaciones empíricas que tienen la intención de
explorar las narrativas y representaciones culturales que favorecen la
construcción espacial del miedo, en tanto que cuestiona el papel de las
estrategias de vigilancia y la forma en que se fortalecen en torno a los grupos
dominantes.
Esta
obra es innovadora sobre el impacto que ha tenido la violencia en las ciudades,
pues “cuando la gente tiene miedo teme a
manifestarse e incluso a congregarse, porque se utiliza de distintos modos, y
esto afecta de manera directa el uso y disfrute de la ciudad”.
El
profesor comentó que la obra se compone de diez capítulos, de los cuales tres
están enfocados en la investigación de campo que han realizado en la entidad a
través del Observatorio de Seguridad Ciudadana y Cohesión Social, levantado
encuestas, haciendo mapas delictivos y analizando la situación actual en el
estado; pues según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia
Penal, Morelos fue la entidad con el mayor índice de inseguridad en 2014, al
ubicarse entre los primeros tres lugares a nivel nacional en los delitos de
secuestro, violación, robo con violencia y extorsión.
Dijo
que “como investigadores del
Observatorio hemos realizado trabajos de monitoreo y evaluación dentro de la
estructura del gobierno del estado, siendo invitados como comisionados
ciudadanos en distintos comités técnicos y contralorías sociales, de modo que
los resultados de las investigaciones tienen el objetivo de modificar el
ejercicio de las políticas públicas”.
En
ese sentido, evalúan las políticas sociales locales desde una perspectiva
integral, considerando los factores que inciden en la inseguridad y la
violencia, evaluando así los patrones que funcionan mejor para hacer
recomendaciones que privilegien las políticas preventivas.
AUMENTA PERCEPCIÓN DE INSEGURIDAD: INEGI
Durante el pasado mes de diciembre en la información de la Encuesta
Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), se detalló que 72.4 por ciento de
la población de 18 años y más consideró que vivir en su ciudad es inseguro, con
lo que la percepción de inseguridad continuó creciendo en los meses recientes.
A partir de diciembre de 2016 la ENSU –realizada por el Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)– brinda cifras representativas de
51 ciudades de interés (incluida la capital, que es dividida en cuatro
regiones, norte, sur, oriente y poniente).
En diciembre las ciudades con mayor porcentaje de percepción de
inseguridad fueron: Villahermosa, Chilpancingo, la región oriente de la Ciudad
de México, Ecatepec y Fresnillo, con 97.5, 96.2, 95, 94.9 y 90.7 por ciento,
respectivamente.
Los resultados del sondeo revelan que las
conductas delictivas o antisociales que la población mencionó haber visto o
escuchado en los alrededores de su vivienda fueron: consumo de alcohol en las
calles (66 por ciento), robos o asaltos (65.6), vandalismo (51.4), venta o
consumo de drogas (42.3), bandas violentas o pandillerismo (34.7), así como
disparos frecuentes (34 por ciento).
Sobre el cambio de hábitos como resultado de
la inseguridad prevaleciente, 63.4 por ciento de la población de 18 años y más
manifestó que durante el cuarto trimestre de 2016 los modificó en cuanto a
llevar cosas de valor, como joyas, dinero o tarjetas de crédito, por temor a
ser víctima de algún delito. También, 57.9 reconoció haber cambiado respecto de
permitir que sus hijos menores salgan de su vivienda.
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